jueves, 29 de enero de 2015

FRAGMENTO 5

FRAGMENTO 5



Lulú quedó en un estado de debilidad grande; su organismo no reaccionaba con la necesaria fuerza. Durante dos días estuvo en este estado de depresión. Tenía la seguridad de que se iba a morir. “Si siento morirme - le decía a Andrés- es por ti. ¿Qué vas a hacer tú, pobrecito, sin mí? y le acariciaba la cara. Otras veces era el niño lo que la preocupaba, y decía:
-Mi pobre hijo. Tan fuerte como era. ¿Por qué se habrá muerto, Dios mío?
Andrés la miraba con los ojos secos.
En la mañana del tercer día, Lulú murió. Andrés salió de la alcoba extenuado. Estaban en la casa doña Leonarda y Nini con su marido. Ella parecía ya una jamona; él, un chulo viejo lleno de alhajas. Andrés entró en el cuartucho donde dormía, se puso una inyección de morfina, y quedó sumido en un sueño profundo. Se despertó a medianoche, y saltó de la cama. Se acercó a cadáver de Lulú, estuvo contemplando a la muerta largo rato y la besó en la frente varias veces. Había quedado blanca, como si fuera de mármol, con un aspecto de serenidad y de indiferencia que a Andrés le sorprendió. Estaba absorto en su contemplación, cuando oyó que en el gabinete hablaban. Reconoció la voz de Iturrioz y la del médico; había otra voz, pero para él era desconocida. Hablaban los tres confidencialmente.
-Para mí -decía la voz desconocida- esos reconocimientos continuos que hacen en los partos son perjudiciales. Yo no conozco este caso pero ¿Quién sabe? Quizá esta mujer en el campo sin asistencia ninguna, se hubiera salvado. La naturaleza tiene recursos que nosotros no conocemos.
-Yo no digo que no -contestó el médico que había asistido a Lulú-; es muy posible.
-¡Es lástima! -exclamó Iturrioz-. ¡Este muchacho, ahora, marchaba tan bien!
Andrés, al oír lo que decía, sintió que se le traspasaba el alma. Rápidamente volvió a su cuarto, y se encerró en él. Por la mañana, a la hora del entierro, los que estaban en la casa comenzaron a preguntarse qué hacía Andrés.
-No me choca nada que no se levante -dijo el médico-, porque toma morfina.
-¿De veras? -preguntó Iturrioz.
-Sí.
-Vamos a despertarle entonces -dijo Iturrioz.
Entraron en el cuarto. Tendido en la cama, muy pálido, con los labios blancos, estaba Andrés.
-¡Está muerto! -exclamó Iturrioz.
Sobre la mesilla de noche se veía una copa y un frasco de aconitina cristalizada de Duquesnel. Andrés se había envenenado. Sin duda, la rapidez de la intoxicación no le produjo convulsiones ni vómitos. La muerte había sobrevenido por parálisis inmediata del corazón.
-¡Ha muerto sin dolor! -murmuró Iturrioz-. Este muchacho no tenía fuerza para vivir. Era un epicúreo, un aristócrata, aunque él no lo creía.
-Pero había en él algo de precursor -murmuró el otro médico.


RESPUESTAS:

 


Este fragmento pertenece a la parte séptima del capítulo IV llamado "Tenía algo precursor"


Este fragmento se puede dividir en dos partes:

-La primera parte se centra en el dolor que pasa Andrés después de la muerte de su mujer y su hijo.

-La segunda y última parte tiene lugar su suicidio.

 El tema de este fragmento es la muerte.

La mujer de Andrés da a luz a su hijo que desgraciadamente esta muerto, y posteriormente muere Lulú. El acumulo de todos estos sentimientos hace que Andrés se suicide a causa de un veneno.


En este fragmento se habla de la muerte y del dolor tan grande que siente una persona al ver morir a un familiar querido y su trágica consecuencia. En este fragmento se puede apreciar el final del libro "El Árbol de la ciencia" la cual acaba con la muerte del protagonista y su familia.

FRAGMENTO 4

FRAGMENTO 4



“ La religión y la moral vieja gravitan todavía sobre uno -se decía-; no puede uno echar fuera completamente el hombre supersticioso que lleva en la sangre la idea del pecado.” Muchas veces, al pensar en el porvenir, le entraba un gran terror; sentía que aquella ventana sobre el abismo podía entreabrirse. Con frecuencia, marido y mujer iban a visitar a Iturrioz, y éste, también a menudo, pasaba un rato en el despacho de Andrés. Un año, próximamente, después de casados, Lulú se puso algo enferma; estaba distraída, melancólica, preocupada. «¿Qué le pasa? ¿Qué tiene?», se preguntaba Andrés con in­quietud. Pasó aquella racha de tristeza, pero al poco tiempo volvió de nuevo con más fuerza; los ojos de Lulú estaban velados; en su rostro se notaban señales de haber llorado.
Andrés, preocupado, hacía esfuerzos para parecer distraído; pero llegó un momento en que le fue imposible fingir que no se daba cuenta del estado de su mujer. Una noche le preguntó lo que ocurría, y ella, abrazándose a su cuello, le hizo tímidamente la confesión de lo que le pasaba. Era lo que temía Andrés. La tristeza de no tener el hijo, la sospecha de que su marido no quería tenerlo, hacía llorar a Lulú a lágrima viva, con el corazón hinchado por la pena. ¿Qué actitud tomar ante un dolor semejante? ¿Cómo decir a aquella mujer que él se consideraba como un producto envenenado y podrido, que no debía tener descendencia?
Andrés intentó consolarla, explicarse... Era imposible. Lulú lloraba, le abrazaba, le besaba con la cara llena de lágrimas.« ¡Sea lo que sea!», murmuró Andrés. Al levantarse Andrés al día siguiente, ya no tenía la serenidad de costumbre. Dos meses más tarde, Lulú, con la mirada brillante, le confesó a Andrés que debía estar embarazada. El hecho no tenía duda. Ya Andrés vivía en una angustia continua. La ventana, que en su vida se abría a aquel abismo que le producía vértigo, estaba de nuevo de par en par.
El embarazo produjo en Lulú un cambio completo; de bur­lona y alegre, la hizo triste y sentimental Andrés notaba que ya le quería de otra manera; tenía por él un cariño celoso e irritado; ya no era aquella simpatía afectuosa y burlona tan dulce; ahora era un amor animal La naturaleza recobraba sus derechos. Andrés, de ser un hombre lleno de talento y un poco ideático, había pasado a ser su hombre. Ya en esto, Andrés veía el principio de la tragedia. Ella quería que le acompañara, le diera el brazo, se sentía celosa, suponía que miraba a las demás mujeres. Cuando adelantó el embarazo, Andrés comprobó que el histerismo de su mujer se acentuaba. Ella sabía que estos desórdenes nerviosos los tenían las mujeres embarazadas, y no les daba importancia; pero él temblaba. La madre de Lulú comenzó a frecuentar la casa, y como tenía mala voluntad para Andrés, envenenaba todas las cuestiones.


RESPUESTAS:

 Este fragmento pertenece a la séptima parte del capitulo llamado en paz.

 EL fragmento se puede dividir en tres partes:


-La primera parte va desde la línea 1-16, la cuál refleja la tristeza de Lulú ya que su marido carece de instinto paternal. -

-La segunda parte va desde la línea 17 -19 donde se refleja como Lulú confesó a su marido que estaba embarazada. 

-La última y tercera parte se desarrolla en el último párrafo y cuenta como a Andrés le falta instinto paternal.

 El tema del fragmento es el embarazo de Lulú y la falta de instinto paternal de Andrés.

 Andrés se encuentra muy preocupado pos su pareja ya que ésta quiere tener un hijo mutuo y él no quiere porque piensa en las consecuencias negativas de los que supondría tener un niño, pero finalmente Lulú se queda embarazada.

En este fragmento se ve reflejado como la mujer de Andrés está triste debido a que su pareja no quiere concebir hijos y una vez que lo consiguen ya que Andrés se pone de mutuo acuerdo Lulú cambia tanto que éste tiene que centrarse mas a su vida de oficio.