jueves, 29 de enero de 2015

FRAGMENTO 1




 FRAGMENTO 1



En aquel momento dominaban los Mochuelos. El Mochuelo principal era el alcalde, un hombre delgado, vestido de negro, muy clerical, cacique de formas suaves, que suavemente iba llevándose todo lo que podía del municipio. El cacique liberal del partido de los Ratones era don Juan, un tipo bárbaro y despótico, corpulento y forzudo, con unas manos de gigante, hombre que, cuando entraba a mandar, trataba al pueblo en conquistador. Este gran Ratón no disimulaba como el Mochuelo; se quedaba con todo lo que podía, sin tomarse el trabajo de ocultar decorosamente sus robos.
Alcolea se había acostumbrado a los Mochuelos y a los Ratones, y los consideraba necesarios. Aquellos bandidos eran los sostenes de la sociedad; se repartían el botín; tenían unos para otros un “tabú especial”. Andrés podía estudiar en Alcolea todas aquellas manifestaciones del árbol de la vida, y de la vida áspera manchega: la expansión del egoísmo, de la envidia, de la crueldad, del orgullo. A veces pensaba que todo esto era necesario; pensaba también que se podía llegar, en la indiferencia intelectualista, hasta disfrutar contemplando estas expansiones, formas violentas de la vida.
« ¿Por qué incomodarse, si todo está determinado, si es fatal, si no puede ser de otra manera? », se preguntaba. ¿No era científicamente un poco absurdo el furor que le entraba muchas veces al ver las injusticias del pueblo? Por otro lado, ¿no estaba también determinado, no era fatal el que su cerebro tuviera una irritación que le hiciera protestar contra aquel estado de cosas violenta-mente? Andrés discutía muchas veces con su patrona. Ella no podía comprender que Hurtado afirmase que era mayor delito robar a la comunidad, al ayuntamiento, al Estado, que robar a un particular. Ella decía que no; que defraudar a la comunidad no podía ser tanto como robar a una persona. En Alcolea casi todos los ricos defraudaban a la Hacienda, y no se les tenía por ladrones. Andrés trataba de convencerla de que el daño hecho con el robo a la comunidad era más grande que el producido contra el bolsillo de un particular; pero la Dorotea no se convencía.
«¡Qué hermosa sería una revolución -decía Andrés a su patrona -, no una revolución de oradores y de miserables charlatanes, sino una revolución de verdad! Mochuelos y Ratones, colgados de los faroles, ya que aquí no hay árboles; y luego lo almacenado por la moral católica, sacarlo de sus rincones y echarlo a la calle: los hombres, las mujeres el dinero, el vino todo a la calle.»
Dorotea se reía de estas ideas de su huésped, que le parecían absurdas.
Como buen epicúreo, Andrés no tenía tendencia alguna por el apostolado. Los del centro republicano le habían dicho que diera conferencias acerca de la higiene pero él estaba convencido de que todo aquello era inútil, completamente estéril. ¿Para qué? Sabía que ninguna de estas cosas había de tener eficacia, y prefería no ocuparse de ellas. Cuando le hablaban de política, Andrés decía a los jóvenes republicanos
-No hagan ustedes un partido de protesta. ¿Para qué? Lo menos malo que puede ser es una colección de retóricos y de charlatanes; lo más malo es que sea otra de Mochuelos o de Ratones.
-Pero, ¡don Andrés! ¡Algo hay que hacer!
-¡Qué van ustedes a hacer! ¡Es imposible! Lo único que pueden ustedes hacer es irse de aquí.


RESPUESTAS:

Este fragmento se sitúa en el libro "El Árbol de la ciencia" concretamente en la quinta parte del capitulo V. En esta parte se busca una solución a la corrupción de ese pueblo.


Este fragmento lo podemos dividir en dos partes, las cuáles cada una explican un tema diferente de la corrupción en ese lugar:

-En la primera parte, que corresponde a los dos primeros párrafos se habla de que la corrupción es llevada a cabo por los caciques, que son especialmente los alcaldes.

-En la segunda parte,que se localiza en el tercer y cuarto párrafo Andrés desarrolla su opinión sobre la corrupción.

El tema del fragmento es el caciquismo en Alcolea.


Andrés tras ver que el pueblo de Alcolea estaba cada vez mas en la ruina intentó evitarlo pero no encontró ninguna solución, ya que los ciudadanos de Alcolea se habían acostumbrado a vivir en las ruinas y consideraban ese tipo de vida necesaria.



Este fragmento pertenece al escritor español de la Generación del 98 Pío Baroja. Este fragmento se sitúa en el libro "El Árbol de la ciencia" concretamente en la quinta parte del capítulo V.

Es un texto subjetivo ya que Pío Baroja narra su historia cuando vive una época de corrupción imparable.

El tema tratado en este fragmento es un tema de actualidad ya que es lo que pasa hoy en día en España porque hay muchos corruptos,considerablemente los políticos.

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